domingo, 6 de marzo de 2011

Energía nuclear, ¿un futuro limpio o una pesadilla radioactiva?



James Lovelock es un meteorólogo, ambientalista y químico atmosférico inglés, premio Nobel en 1995 y todo un octogenario ya, que fue el primero en detectar y advertir de la presencia de CFCs (clorofluorocarbonos) en la atmósfera y prevenirnos sobre su letal contribución a la rápida destrucción de la capa de ozono. Gracias a él y a su invento, el detector de captura de electrones, quedó demostrado el peligro que corríamos, con lo que la pujante industria de los años 70 se vio obligada a reducir drásticamente en sus procesos de elaboración el uso de estos devastadores componentes químicos.

Este científico de nombre tan poético, que trabajó activamente para la NASA en los mejores años de esta agencia y que ha investigado para las más prestigiosas universidades, como Harvard o Yale, es hoy sobre todo conocido por la formulación de una hipótesis valiente -y en su momento- descabellada, la teoría según la cual la vida no se ha limitado a adaptarse a unas condiciones físicas determinadas, existentes en nuestro planeta, sino que ha producido las condiciones más favorables para perpetuarse a sí misma, modificando la química de la atmósfera, la temperatura de la superficie, la salinidad de los mares. Es decir -según esta hipótesis- desde que la vida surgió en la Tierra, fue la propia vida la encargada de controlar un sistema que de otra forma hubiera evolucionado, como ocurrió en otros planetas que antaño se parecieron tanto al nuestro (Marte o Venus), hacia un estado de equilibrio y máxima entropía, en lugar del mantenerse en el frágil y dinámico desequilibrio actual. Y por tanto, no es que nuestro planeta tenga justamente las condiciones adecuadas para acoger la vida, -esa extraña y milagrosa casualidad que parece mentira sólo se haya dado en este tercer planeta a 8 minutos luz del Sol- sino que ha sido la biosfera la responsable de crear, a lo largo de millones de años, el maravilloso ecosistema repleto de biodiversidad que contemplamos hoy. Es la vida la que ha diseñado al planeta y no al revés. La Tierra –pensó Lovelock- es un sistema autorregulable, autoajustable, como un ser vivo, un superorganismo que nace y evoluciona en una escala de tiempo geológica para procurarse a sí misma las mejores posibilidades de supervivencia.

Cuando Lovelock trabajaba en esta idea, se la comentó a otro premio Nobel británico, esta vez de literatura, William Golding, el ya fallecido autor de “El señor de las moscas”, y éste le sugirió que llamara a su hipótesis como la diosa griega que representaba a la madre Tierra. Desde entonces, la hipótesis lleva ese nombre tan primitivo y colosal: Gaia.

Pues bien, todo esto me lleva al libro que estoy leyendo actualmente, que no es de Lovelock, sino de Eduard Punset, ese anciano desmelenado de hablar lento y pausado que una vez jugó a la política (durante La Transición y los años 80) y que hoy dirige el programa de divulgación científica más visto y seguido por los televidentes españoles desde “El hombre y la Tierra”, del difunto Felix Rodríguez De la Fuente. Y en este libro, Punset, que tiene el privilegio único de conocer a las más altas personalidades del mundo científico y cultural actual, entrevista a James Lovelock y le pregunta no sólo por su famosa hipótesis Gaia sino también por su opinión respecto al cambio climático y su futura –si aún posible- solución. La respuesta de Lovelock es contundente: el cambio climático es una realidad, una perturbación que los hombres hemos introducido en sólo 150 años contra un sistema acostumbrado a cambios lentos que duran cientos de miles de años. Y entonces Lovelock –se percibe en la entrevista- se torna sombrío y apocalíptico para explicar que esa perturbación, esa bestia que hemos liberado, se llama dióxido de carbono, y nuestra única oportunidad de volver a encerrarla, - o de dejar que devore cuanto quiera hasta saciarse y volver a su guarida- es entrar de lleno en la única energía limpia de emisiones nocivas y que sea a la vez capaz de abastecer las necesidades de una población mundial ingente y todavía creciente: ¡la energía nuclear!.

Contra lo que muchos hubieran podido esperar de este “viejo verde”, ecologista hasta la médula con su hipótesis Gaia y su capa de ozono, Lovelock aboga –en los que probablemente son los últimos años de su vida- por la utilización masiva de la energía nuclear para detener la mayor amenaza que se cierne ahora sobre nosotros, la del dióxido de carbono como gas de efecto invernadero y el calentamiento a ritmo creciente que éste produce en el planeta. La pregunta siguiente de Punset es evidente: “¿Energía nuclear?, ¿y qué hay de los desechos nucleares, de su residuo radioactivo?”. Pero Lovelock, por supuesto, lo tiene claro. Su perspectiva, quizá a causa de su edad y su experiencia, es más global y amplia que la que promueven los ecologistas tradicionales, va más allá, se preocupa no sólo de las consecuencias sobre los seres humanos sino sobre todo el medioambiente, y responde: “La energía nuclear es buena: es la única fuente de energía que no daña la atmósfera. No provoca daños. Sólo supone una amenaza para las personas, pero no para la Tierra. Sólo pensamos en la humanidad. Cuando empecemos a pensar en la Tierra como en un lugar vivo, constataremos que no se puede pensar sólo en la humanidad. Vivimos en un siglo en el que los derechos humanos han estado en el centro de todas las preocupaciones. Seguimos creyendo que lo más importante es beneficiar a la humanidad. Yo digo que se trata de un planteamiento erróneo: primero deberíamos preocuparnos de la Tierra porque dependemos totalmente de ella. Y si no lo hacemos, toda la humanidad sufrirá.

Lo que Lovelock está intentando decirnos, le escuchemos o no, es que la energía nuclear no es, como nos han hecho creer desde todos los frentes, una opción de terribles consecuencias para el planeta -que puede en realidad asumir perfectamente los residuos generados y mantener toda su biodiversidad intacta-, es un problema sólo para la humanidad, pero mucho menor de lo que es ya -y aún puede llegar a ser- el cambio climático. De nuevo, Lovelock,… James Lovelock :-), lo explica de forma vehemente en una traducción que me permito hacer de sus palabras en inglés:

Un periodista de la televisión me preguntó en una ocasión: ‘Pero ¿qué hay de los residuos nucleares?, ¿es que no envenenarán toda la biosfera y persistirán durante millones de años?’ Yo sabía que esto era sólo una invención, una fantástica y apocalíptica pesadilla sin absolutamente ninguna sustancia en el mundo real… Una de las cosas que llaman la atención de aquellos lugares fuertemente contaminados por núcleos radioactivos es la tremenda riqueza de su vida natural. Esto es cierto en los terrenos en torno a Chernobyl, en la zona de pruebas de armamento nuclear del Pacífico o en las áreas cercanas a la que fue planta de fabricación de bombas nucleares, en Savannah River, durante la Segunda Guerra Mundial. Los animales y las plantas salvajes no perciben la radiactividad como peligrosa, y cualquier ligera reducción en la duración de sus vidas es un problema mucho menor para ellos que la presencia de los seres humanos y sus mascotas. Me pareció tan triste, aunque supongo que completamente humano, que halla vastas burocracias preocupadas por los residuos nucleares, gigantescas organizaciones dedicadas al cierre de centrales nucleares, y nada comparable en cambio que considere el que es verdaderamente el residuo más maligno con diferencia, el dióxido de carbono.

Cualquier día Lovelock desaparecerá de nuestras vidas, sus partículas volverán a integrarse en Gaia y serán fuente de nueva vida, pero sus palabras debemos tenerlas muy en cuenta los que sigamos pisando este planeta, porque nuestra supervivencia y la de nuestros futuros hijos dependen de ellas. Formamos parte de un ecosistema del que dependemos completamente a pesar de que tengamos tan poderosa influencia sobre él. Como se suele decir, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y debemos empezar por exigir a nuestros gobiernos un análisis riguroso de la situación energética, completamente independiente de la influencia de aquellos poderes que obtienen actualmente todo su riqueza del uso masivo de combustibles fósiles y que desean que exprimamos al máximo su oro negro para seguir enriqueciéndose en el corto intervalo de sus vidas. Debemos dejarnos de medidas de corto, cortísimo alcance, como la reducción de la velocidad máxima en autopistas o la instalación de bombillas de bajo consumo en administraciones públicas, y reclamar a nuestros gobiernos un cambio de rumbo, claro y sostenido, que solucione de manera eficaz el mayor problema que tenemos en la actualidad,. Y ahí es donde entra esa energía limpia y tantas veces denostada, la energía nuclear de fisión, limpia y accesible desde hace 60 años, la que debe permitirnos seguir avanzando al fantástico ritmo actual hacia ese otro conocimiento, el de la energía nuclear de fusión, la energía más primaria, la energía perfecta, la de las estrellas, que solucionará a la vez los problemas de abastecimiento y los de la contaminación humana de este planeta, el único planeta que tenemos, el único lugar, frágil y finito, donde la humanidad puede residir: la Tierra, la diosa Gaia.

7 comentarios:

Puji dijo...

Joder, José Manuel, no sé ni por dónde empezar. Si por advertir del lado perverso de las teorías de Lovelock, o de quan erroneo es pensar que la acumulación de residuos nucleares no es nociva para la naturaleza, o de la diferencia de persistencia temporal entre el CO2 y las fuentes radioactivas, o de lo mal que me parece no dar crédito al amplio campo de evolución que les queda a las fuentes renovables, o... uf!

Will Parker dijo...

A ver, Puji, pues empieza por donde tu quieras, pero vete desarrollando porque, si te limitas sólo a mencionar lo que consideras desaciertos o perversiones en lo aquí contado, no llegamos a nada:
1. Es Lovelock, no Lovecraft: no tiene nada de perverso. ¿La hipótesis de Gaia te parece perversa?
2. La Tierra, la naturaleza y la propia biosfera no sufrirían por culpa de los residuos nucleares acumulados en los próximos 100 años ni la milésima parte de lo que va a sufrir si seguimos generando CO2 100 años más. Esa sí es una comparativa temporal que debes replantearte.
3. Por supuesto que creo en las energías renovables, Puji, ¡soy un físico del siglo XXI, no del XX o del XIX! y espero que su evolucón continuada las llevará a formar una parte importante de la demanda energética, haciendo cada vez menos necesaria la utilización de otros tipos de energía, incluida la nuclear de fisión, pero mientras llegamos a la fusión fría (30, 40, 60 años?), por dios!, no causemos daños irreversibles y globales al único lugar habitable que tenemos! Los daños de la radioactividad pueden llegar a ser irreversibles también pero serán locales, no globales. Hay que mirar el problema con perpectiva espacial y temporal.
Los científicos lo saben bien, Puji: de las 5 grandes extinciones que han ocurrido desde la formación de la Tierra, 2 fueron causadas por meteoritos, pero la sexta la generaremos nosotros!: nosotros, la humanidad, somos el siguiente meteorito.

Anónimo dijo...

Jose, soy David.

Los hombres como cualquier otra especie de seres vivos conocidos se reproduciran mientras tengan energia suficiente.

En este momento el planeta esta en una situacion de desequilibrio porque una especie a conseguido encontrar unas fuentes de energia enormes.

Mas o menos como si una colonia de hormigas descubre una nueva planta comestible, aumentaran sus numeros de forma indiscriminada hasta que la comida (energia) se acabe.

El truco sera conseguir que el numero de plantas y/o hormigas sea el adecuado para la supervivencia de las dos especies.

El problema de los hombres ahora mismo es que no existen depredadores para su especie (excepto quizas algunos virus) ni nadie que compita por la energia que utilizamos.

El limite de la poblacion entonces parece que esta moviendose hasta un nuevo punto de equilibrio para nuestra especie. Este no esta fijado por la cantidad de energia disponible sino por los residuos que esta causa.

Cuantos humanos queremos tener en el planeta? Supongamos que encontramos una fuente de energia ilimitada limpia... esto se traduciria en cuantos billones de personas? Que limitaria el crecimiento de la poblacion? La cantidad de oxigeno y agua disponibles?

Will Parker dijo...

Hola, David! Interesante forma de verlo!. Tal y como dices, la vida se autorregula así misma, incluso modificando el planeta -como dice Lovelock. Si escasea el alimento, si se acaba la energía, si el clima cambia y transforma las tierras emergidas, también la especie humana se adaptará, decreciendo, muriendo... hasta alcanzar un equilibrio natural. Así sería si fuéramos hormigas, o monos,...
Pero nosotros no somos hormigas, ni monos, hemos alcanzado una capacidad de innovación que, junto al desarrollo de la ética, debe llevarnos no a someternos ni conformarnos con lo que ha de pasar, o incluso con las consecuencias de nuestros propios errores, sino a tratar de modificar las cosas para expandirnos indefinidamente.
Si encontramos como dices una energía ilimitada y limpia, creceremos y llegará un punto en que, no la energía, pero sí otros recurso escaseen forzosamente. Entonces tendremos que cumplir nuestro destino y salir, crear colonias en la Luna, en Marte,... La Tierra, si superamos esta primera fase de posible autodestrucción, es sólo la cuna, el inicio de una aventura que nos llevará mucho más allá, en busca de otros hábitats y otros planetas que cuidar o explotar, según lo que hayamos aprendido.
Un abrazo,
José Manuel

Anónimo dijo...

Quizas el problema es que nos creemos muy diferentes de los monos y las hormigas cuando en realidad somos iguales a ellos en un 99%.

Quizas no se trate de expandirnos y multiplicarnos sino de vivir mejor y respetando el entorno.

Will Parker dijo...

Querido anónimo, tú mismo/a lo has dicho!: somo iguales a las hormigas en un elevado porcentaje! y como ellas tendemos a expandirnos mientras el entorno nos lo permita! La cuestión es, como dices, si nuestra expansión será para colonizar nuevos mundos porque éste se nos haya quedado pequeño... o porque esté apestado y destruido.
Un saludo y gracias por comentar.

Anónimo dijo...

Hola. Muy buena tu escritura . Saludos