martes, 22 de noviembre de 2011

¿Para cuando una reforma de la Ley Electoral en España?


Un partido nacionalista, que plantea legítimamente su independencia del estado (y conste que estoy a favor de los referéndum de autodeterminación), no puede ser, por pura coherencia, una piedra angular de la política nacional del país del que dice no sentirse ni querer formar parte. Esto hay que cambiarlo YA!. La ley electoral es arcaica, acaba en lo absurdo, como la monarquía o la pena de muerte. El derecho de voto es y debe ser de los ciudadanos, de cada mente pensante, y no de los territorios! Los territorios no tienen derechos, las personas los tienen.

sábado, 13 de agosto de 2011

Tantas cosas que enseñarle


A medida que esa barriguita portaequipajes se hinchaba y Cristina cambiaba su centro de gravedad, he ido asumiendo la idea, al principio increíble, de que soy el origen de nueva vida, responsable de una criatura que empezará sólo llorando y mamando pero que desde el principio estará pendiente de mí y de todo cuanto pueda enseñarle.

Resulta curioso que mi interés durante este tiempo de embarazo haya obviado las cuestiones médicas y biológicas –que sumisamente he dejado a los profesionales y a la madre naturaleza- para centrarme en cambio en temas de educación y desarrollo cognitivo del niño, desde Piaget a Carlos González, pasando por el obtuso Dr.Estivill. Y resulta curioso este abandono mío de las cuestiones biológicas –digo- porque la mente, y en concreto la inteligencia, no deja de ser un accesorio de lujo en el vehículo básico, en el chasis frágil pero fundamental, de nuestro cuerpo. Lo primero debiera ser sobrevivir, lo segundo aprender. Pero no es así, en el hombre al menos no es así, y ambas tareas se mezclan indistinguiblemente. Y por eso sé que esa niña diminuta que surgirá de las entrañas mismas de Cristina, no dejará de observarme, de fijarse en mí y tomarme como ejemplo desde el momento mismo en que salga a la luz y tome, ansiosa, su primera bocanada de aire. Por alguna razón, no me preocupa tanto su supervivencia como entidad biológica, no me quita el sueño saber de sobra que enfermará por culpa de diminutos microbios, que alguna vez padecerá de fiebre sin motivo o que un día aún lejano volverá a casa con la bicicleta a cuestas y las rodillas desolladas. Tengo la confianza de que, en la naturaleza, la vida se abre camino de una forma u otra, siempre hacia delante. En cambio, la tarea de educar a esa niña de una forma ética, de enseñarle lo fundamental del mundo, del hombre, de la historia, del lenguaje que un día le permitirá comunicar sus ideas al mundo,…todo eso me resulta abrumador. Y supongo que es así porque, al aceptar mi papel de maestro, me pregunto qué he aprendido yo, qué sé y qué ignoro, y si conozco el método y la manera de enseñarle las pocas cosas que creo saber, de trasmitirle la curiosidad sobre todo aquello que aún no entiendo. Me gustaría que partiese de ahí, que sabiendo cuanto yo haya podido enseñarle, mucho o poco, ella siga adelante y me supere. No me malinterpreten, por favor, no hablo de logros banales, no necesito que sea una investigadora de reconocido prestigio o la primera mujer en pisar Marte, pero sí quisiera que habiendo aprendido lo distante de ese planeta o los cambios climáticos por los que pasó antes de convertirse en un desierto de arenas rojizas, se sienta fascinada cuando la humanidad encuentre allí un huella de vida. No pretendo que sea ella quien protagonice el hallazgo, no necesito que la encumbren con un Nobel o la asedien con micrófonos en ruedas de prensa, sólo que escuche atenta la noticia en el televisor -acaso mientras corta unas cebollas o prepara la comida de mis nietos, largo tiempo después de que yo me haya ido- y se sienta profundamente conmovida, plenamente consciente de lo que tal hallazgo significa para la humanidad.

Y no me importará si al día siguiente regresa a su empleo de esteticista en una peluquería de barrio o de cajera en un gran supermercado, perdida entre hileras e hileras de gente que esperan impacientes que les cobren. Me bastará saber que tiene el deseo de conocer, la sensibilidad para apreciar cuanto aprenda y la fascinación por el mundo que, desde su nacimiento, yo pretendí infundirle.

viernes, 3 de junio de 2011

Manifiesto por Gavà

Esta es una propuesta de manifiesto que he presentado a la Comisión de Manifiesto de los "indignados" de Gavà, el pueblo donde vivo, y de cuyas asambleas populares estoy, aún no sé si acertadamente -el tiempom lo dirá-, participando.

MANIFIESTO POR GAVÀ

“Por una democracia real”

Los ciudadanos de Gavà hemos constatado, como tantas otras poblaciones de este país, la separación que en la “democracia” actual existe entre el “deimos” (pueblo) y el “krátos” (gobierno). Habiendo comprendido que es preciso un avance significativo que nos conduzca a una mejora del concepto de democracia y a su implantación real como modelo de gobierno, los abajo firmantes, que tenemos sólo en común ser hombres y mujeres libres y estar francamente indignados, damos nuestro apoyo a las siguientes aseveraciones, que conforman la base de nuestra reivindicación y sobre las cuales hemos alcanzado un total acuerdo:


La democracia de hoy no es un sistema de gobierno acorde al nivel de desarrollo social, cultural y tecnológico actual. Una democracia como la de hoy pudiera muy bien ser el sueño de generaciones pasadas pero, para quienes la vivimos hoy, ha quedado obsoleta. Entre el pueblo y las instituciones encargadas de ejercer el poder se han interpuesto e instalado siglas y partidos, asociaciones y sindicatos que, una vez alcanzado el poder, se perpetuán en él mediante el mantenimiento de las mismas reglas y mecanismos que les han permitido alcanzarlo, neutralizando cualquier cambio en esos mecanismos que pudiera llevar a una mejora del sistema y a una renovación del mismo. La democracia ha pasado así a ser una partitocracia, un gobierno de los partidos donde los ciudadanos, como individuos, sólo pueden ejercer el poder ingresando en alguno de los pocos partidos que tienen actualmente acceso a él. Estos partidos consisten en listas cerradas de individuos dentro de las cuales no se permite disentir y que ejercen su representatividad en las cámaras de representación con una sola voz, reduciendo y empobreciendo así la rica variedad política e intelectual de una nación o país.

El único acto democrático real en la vida de los ciudadanos tiene lugar con una periodicidad de 4 años y se limita a refrendar alguno de los programas electorales que los partidos llevan en sus campañas. No existe responsabilidad alguna en el cumplimiento de dichos programas más allá del riesgo de perder las siguientes elecciones, algo que para el ganador siempre es posible soslayar durante sus 4 años de mandato gracias a un dominio férreo sobre los medios de comunicación masivos, al que sólo Internet, por su carácter intrínsecamente diversificado, ha escapado. Para el ciudadano tampoco existe la posibilidad de negar todas las opciones electorales posibles: el voto en blanco no implica escaños vacios y no existe un límite de participación por debajo del cual unas elecciones queden anuladas. Siempre habrá un ganador y siempre un congreso o parlamento lleno.

Los mencionados partidos, una vez alcanzado el poder y para mantener el mismo, no dudan en ser las meretrices de cualesquiera otro poder (económico, como los bancos, o social, como los sindicatos) que les asegure la reelección, poniendo el bien del estado al servicio de intereses privados, particulares o, en todo caso, no generales.


Todo esto nos indigna hasta el punto de tomar la determinación de actuar de forma pacífica y organizada para cambiar el sistema y sustituir la mal llamada “democracia” actual por una democracia que hemos dado en llamar “real” por cuanto que tiene al ciudadano como variable fundamental de la ecuación política, y estrecha la distancia entre él y el acto de gobernar.

En Gavá, junio del 2011

domingo, 10 de abril de 2011

Entre el mar y la montaña



Hoy se realiza en el pueblo donde vivo, Gavà, en el Baix Llobregat, la polémica consulta popular de autodeterminación de Catalunya. En realidad -y con la intención evidente de ampliar el número de votantes, que lógicamente son partidarios en su mayoría del SÍ- la consulta está abierta ya desde ayer, que fue cuando yo, paseando con mi mujer y mi futura hija, me acerqué a las urnas para dar también mi opinión como ciudadano instalado desde hace unos años aquí, en esta estrecha franja de tierras llanas entre el mar y la montaña.
A los ciudadanos, que somos testigos mudos y a menudo incrédulos –a través de la prensa y los telediarios- de los abusos de poder, de las tropelías y desmanes, de las maniobras que permiten evadir la justicia e incluso la responsabilidad moral a toda una clase política, en todos los territorios, desde el Guadalquivir a la Empordà, sólo se nos consulta para refrendar.
Mediante el voto podemos refrendar, confirmar o autorizar a unos u a otros políticos, a una u otra opción, podemos decirles SÍ a estos políticos llenos de corruptelas o decirles en cambio SÍ a estos otros, que se han mostrado igualmente distraídos en su moral. Podemos también no votar o votar en blanco y pasar así, anodinamente, a engrosar la estadística de los indolentes que no se mojan o cuyo voto vacío cae por el precipicio de la no participación. Votar es algo tan limitado que casi nunca se nos permite siquiera decir NO, acabar con una situación en lugar de refrendarla. Por eso –antes que las elecciones propias de las legislaturas- me gustan los llamados referéndums y por eso he escrito en mi facebook:
“¡Referendum de autodeterminación para Catalunya ya!: quiero poder decir NO -como hice hoy- al intento de la corrupta clase política autonómica de usar en su beneficio el natural y legítimo sentimiento “identitario” de los pueblos para hacerse con los poderes que ahora detenta la igualmente corrupta clase política nacional. Si no te gusta tu país, si no te gusta tu mundo, haz por cambiarlo, NO por reducirlo!!”
Y a lo que debo añadir -para quienes caen en la trampa de los que hábilmente explotan ese lógico sentimiento de pertenencia a una tierra y a una historia- que si lo que quieres es una tierra libre, una “terra lliure”, con ciudadanos de pleno derecho, con un gobierno que gestione eficazmente los recursos que todos ganamos con el sudor de nuestra frente y que considere las distintas culturas, lenguas e identidades en el territorio que gestiona, ¿es que acaso no deseas lo mismo para los demás?, ¿vas a dejar que manchegos o leoneses, que cántabros o murcianos, no disfruten de eso que quieres para tu tierra y tu pueblo? Es por esto que a menudo, además de mostrarme contrario a todo nacionalismo (léase "Entonces y ahora, mi dea de los nacionalismos"), he afirmado que un nacionalista es, ante todo, un egoísta, porque, a la vez que se recoge en sí mismo y reduce el mundo a los que piensan como él, excluye a todos los demás.
¡Arriba el Hombre!
Hoy se realiza en el pueblo donde vivo, Gavà, en el Baix Llobregat, la polémica consulta popular de autodeterminación de Catalunya. En realidad -y con la intención evidente de ampliar el número de votantes, que lógicamente son partidarios en su mayoría del SÍ- la consulta está abierta ya desde ayer, que fue cuando yo, paseando con mi mujer y mi futura hija, me acerqué a las urnas para dar también mi opinión como ciudadano instalado desde hace unos años aquí, en esta estrecha franja de tierras llanas entre el mar y la montaña.

A los ciudadanos, que somos testigos mudos y a menudo incrédulos –a través de la prensa y los telediarios- de los abusos de poder, de las tropelías y desmanes, de las maniobras que permiten evadir la justicia e incluso la responsabilidad moral a toda una clase política, en todos los territorios, desde el Guadalquivir a la Empordà, sólo se nos consulta para refrendar. Mediante el voto podemos confirmar o autorizar a unos u a otros políticos, a una u otra opción, podemos decirles SÍ a estos políticos llenos de corruptelas o decirles en cambio SÍ a estos otros, que se han mostrado igualmente distraídos en su moral. Podemos también no votar o votar en blanco y pasar así, anodinamente, a engrosar la estadística de los indolentes que no se mojan o cuyo voto vacío cae por el precipicio de la no participación. Votar es algo tan limitado que casi nunca se nos permite siquiera decir NO, acabar con una situación en lugar de refrendarla. Por eso –antes que las elecciones propias de las legislaturas- me gustan los llamados referéndums y por eso he escrito recientemente en mi facebook:

“¡Referendum de autodeterminación para Catalunya ya!: quiero poder decir NO -como hice hoy- al intento de la corrupta clase política autonómica de usar en su beneficio el natural y legítimo sentimiento “identitario” de los pueblos para hacerse con los poderes que ahora detenta la igualmente corrupta clase política nacional. Si no te gusta tu país, si no te gusta tu mundo, haz por cambiarlo, NO por reducirlo!!”

Y a lo que debo añadir -para quienes caen en la trampa de los que hábilmente explotan ese lógico sentimiento de pertenencia a una tierra y a una historia- que si lo que quieres es una tierra libre, una “terra lliure”, con ciudadanos de pleno derecho, con un gobierno que gestione eficazmente los recursos que todos ganamos con el sudor de nuestra frente y que considere las distintas culturas, lenguas e identidades en el territorio que gestiona, ¿es que acaso no deseas lo mismo para los demás?, ¿vas a dejar que manchegos o  leoneses, que cántabros o murcianos, no disfruten de eso que quieres para tu tierra y tu pueblo? Es por esto que a menudo, además de mostrarme contrario a todo nacionalismo (léase "Entonces y ahora, mi dea de los nacionalismos"), he afirmado que un nacionalista es, ante todo, un egoísta, porque, a la vez que se recoge en sí mismo y reduce el mundo a los que piensan como él, excluye a todos los demás.

Ni "¡Visça Catalunya!" ni "¡Arriba España!", debería siempre ser: ¡Arriba el Hombre!

miércoles, 23 de marzo de 2011

Tengo un amigo que no cree en la amistad

Tengo un amigo que no cree en la amistad. Piensa en cambio que todos deberíamos ser tratados por igual, como conocidos sin más. Y cada vez que uno de esos conocidos le da la espalda o le decepciona de alguna forma, cree probada su teoría única sobre la amistad, cuyo teorema principal reza lo siguiente: “Nadie merece llamarse amigo si en algún momento futuro puede traicionar lo que otra hora fue una estupenda relación.”

Vive por tanto mi amigo en un mundo rodeado de simpatizantes, con los que intercambia favores, con los que se relaciona sin culpa y sin pasión, dando y recibiendo aproximadamente a partes iguales y considerando que en eso debe consistir toda lealtad.

Y a ese amigo, que nunca arriesga el corazón, quisiera sólo decirle que la amistad, como sucede con el amor, no se da en grupos sino uno a uno, es cosa de dos. Existen los grupos de amigos –por supuesto-, pero se rompen y dispersan, se evaporan, si dentro de ellos no imperan las relaciones singulares, entre cada uno de los componentes del grupo, porque pronto se verá que sólo les cohesionaba el entretenimiento y la diversión, las características comunes que compartían, como una misma residencia, un mismo hobby o una misma labor. Y nada de eso tiene que ver con la amistad, que se da entre elementos iguales o dispares pero que guardan una cosa en común: su intención. La intención que cada uno sostiene ante el otro de ser honestos y sinceros, de defenderle a capa y espada, sin reparos, antes de explicarle en qué se ha equivocado, la intención de perseverar en esa relación aunque la distancia, la duda o la cizaña amenacen con su destrucción.

Tengo un amigo que no cree en la amistad y a veces, cuando le miro a los ojos, me da miedo que tenga razón.