sábado, 17 de abril de 2010

Entre dos tierras


Deseamos lo que no poseemos -creo que fue Platón quien así lo dijo y no hizo sino describir lo evidente. Si no tengo a Madrid, a su primavera repentina, a sus nocturnos adoquines empapados, de calles viejas y aceras lavadas, de árboles gigantes y avenidas de sombra jaspeada, si no tengo todo eso, lo echo en falta, lo deseo, como a una mujer nueva de aroma distinto. Pero si estoy allí, en el Madrid de mi juventud, donde cada esquina y cada bar me recuerdan un episodio iniciático o un desamor reencontrado, entonces sólo puedo pensar en la vasta extensión del mar azul vista desde lo alto de las montañas, por encima del verde de los pinos, mientras la tierra del rodeno, fina como polvo de talco, mancha mis trilladas deportivas. Soy castellano, pero deseo el mediterráneo; vivo a orillas del mar pero añoro las tierras de secano. Y si la luz puede ser onda y a la vez corpúsculo, por qué no iba a ser yo celtíbero de la meseta y a un tiempo ibero de la costa.